domingo, 3 de agosto de 2014

La isla de Tabarca y los caprichos del destino


    En toda la Comunidad Valenciana existe una única isla habitada, frente a la costa de Santa Pola: la isla de Tabarca, cuyas características, condicionamientos e historia hacen de ella un caso único en estas tierras.

    Con 1400 m de longitud y 450 de anchura máxima, la isla cuenta con 59 habitantes censados, llegando a recibir la visita de 3000 personas al día durante el verano. Por su forma, podemos dividirla en tres partes: la Cantera, el poblado de San Pablo y el Campo, y sus recursos terrestres, al contrario que los marítimos, son escasísimos. En la isla no hay ni una gota de agua dulce, que a día de hoy llega desde la península a través de un conducto, al igual que la electricidad. Estas infraestructuas son de construcción reciente.

Iglesia de Tabarca, sobre la muralla norte

    Desde Tabarca se ve perfetamente toda la costa alicantina, de la que no dista demasiado (la isla se encuentra a 3 millas marinas del cabo de Santa Pola). A pesar de la rara belleza y tranquilidad del lugar, ideales para el turismo contemporáneo, cuesta sin embargo entender cómo una comunidad humana pudo asentarse permanentemente en aquel lugar en el que no crece ni un solo árbol.

    De hecho, la historia de los tabarquinos es digna de un relato de aventuras. Durante toda la Edad Media, l'Illa Plana (que así se llamaba entonces), era un nido de piratas, contrabandistas y otros pájaros de alta mar, únicos habitantes esporádicos que traían de cabeza a las poblaciones cercanas, frecuentemente asaltadas por estos maleantes ultramarinos. Se construirán numerosas torres vígia, tan típicas de nuestro horizonte, pero esto no bastará, y habrá que esperar a un curioso acontecimiento ocurrido en el siglo XVIII frente a las costas de Túnez para que el destino de la isla cambie para siempre.

Cova del llop marí, ideal para el contrabando

    A escasos 400 m de la costa tunecina existe una isla llamada Tabarka, que por aquellos años estaba poblada por una comunidad de genoveses dedicados a la pesca y a la recolección del coral rojo. El día a día de estas gentes cambiará cuando, al ser conquistada por el rey de Argel, sean hechos prisioneros. Serán largos años de cautiverio, casi 30, en los que los tabarquinos son llevados de un lado para otro, hasta que el rey de España, Carlos III, decide pagar por su rescate. Daba además la casualidad de que se estaba desarrollando todo un plan de fortificación de la costa y que la ocupación de la Isla Plana era uno de los principales objetivos de la Corona, ya que por un lado se erradicaría el escondite de piratas y por otro se convertiría en una posición avanzada, o plaza fuerte, estratégica.

Alicante. La primera colina es el monte Benacantil, donde se sitúa el castillo de Santa Bárbara.

    Se crea entonces ex nihilo la población de San Pablo en la isla de Nueva Tabarca en un interesantísimo ejemplo de planificación urbanística inspirada en las teorías utopistas que circulaban por el Siglo de las Luces. De las tres partes de la isla antes comentadas, se dejará una libre (el Camp, la más extensa), para el cultivo de alimentos, en la parte intermedia se construirá el poblado, amurallado y abaluartado, y la última, en el extremo oriental, será utilizada como cantera para la extracción de la piedra con la que se habrían de levantar edificaciones y murallas. Dejando de lado la función militar del lugar, la idea planteada era la de crear una comunidad autosuficiente...

Puerta de San Rafael, entrada principal

Muralla norte

     Sobre un plano ortogonal, dos calles principales se cruzan formando la plaza Carolina, que dispone de cuatro aljibes. Existen tres puertas de entrada, una iglesia y la casa del Gobernador. El castillo no se llegó a construir.

Plaza de la iglesia

    Pasaron 9 años, y desde Alicante se envió a una comitiva para que evaluara qué tal les iba a aquellos pobladores tabarquinos. No muy bien, la verdad, ya que llevaban una existencia más bien mísera. La tierra era mala, por lo que el campo no daba más que higos chumbos, y el agua almacenada en los aljibes era insuficiente. Además, por falta de dinero y cambios en las políticas mediterráneas, el poblado había quedado inacabado y poco a poco, los tabarquinos irán siendo abandonados a su suerte. En 1850 la guarnición y el gobernador abandonarán definitivamente la isla. Además, la mala calidad de la piedra hizo que tanto murallas como edificios se fueran degradando rápidamente.

Antigua plantación de chumberas a punto de desaparecer, moribunda

    Cuesta imaginar cómo habrá sido la vida de esas personas desde su establecimiento hasta nuestros días. Un admirable ejemplo de supervivencia, sin duda. 
    Sin embargo, tenían una gran riqueza: los fondos marinos, que más tarde se convertirían en la primera reserva marina declarada en España, en 1986. Tabarca fue además el último lugar en nuestras costas en desmantelar su  almadraba.

   A día de hoy, Tabarca es un curiosísimo e interesante destino que merece la pena visitar, tanto por su historia, como por su gastronomía y sus calas. El buceo es quizás la actividad estrella.

  
Costa sur de El Camp

    Las principales conexiones con la isla son desde Santa Pola y Alicante, aunque también salen barcos desde Guardamar, Torrevieja y Benidorm.
    Y no olvide contratar un guía oficial de turismo, que le ofrecerá todo lujo de detalles...

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