domingo, 22 de enero de 2017

El Palmeral de Elche

   Elche: todos conocemos a su grandiosa dama, esa señora íbera de 2500 años de edad que vive en el MAN (Museo Arqueológico Nacional, Madrid), con sus rodetes a modo de moños, su peineta y mantilla, tan típicos de nuestra indumentaria tradicional. Todos tenemos en mente su bello rostro, anodino, inexpresivo, su mirada enigmática.

   Pero ¿y la ciudad que la vio nacer? ¿La conocemos?

Vista del Parque Municipal y del Hort de Baix desde la margen derecha del rio


   En fecha presente se puede decir que Elche es una ciudad industrial, dedicada principalmente al calzado. Es, además, la tercera metrópoli más importante de la Comunidad Valenciana, tras Valencia y Alicante, con casi 230.000 habitantes, y a pocos kilómetros de la capital de provincia, que tiene 334.000 más.

   Los orígenes del Elche que conocemos hoy tenemos que buscarlos en la época de la invasión musulmana. No la Heliké que vio nacer a la dama, no, esa es otra ciudad (aunque la misma) a unos 3 km al sur de la actual, de la que hablaremos otro día. Hoy hablaremos de la madinat Ils que vio nacer el impresionante palmeral que hoy es Patrimonio de la Humanidad.




   Todo lo que quedó parece hablarnos de un plan urbanístico cuidadosamente pensado. La topografía, una llanura junto al cauce del poco generoso Vinalopó, y los restos de las murallas musulmanas conservadas nos remiten a una ciudad de planta rectangular, toda ella rodeada por huertos de palmeras. De la margen izquierda del río salía un canal, que tras unos kilómetros se convertiría en la acequia que pasaba por el centro de la ciudad para suministrar agua a los baños públicos, al mercado, a las curtidurías... y que luego se ramificaría para regar los diferentes huertos de palmeras. Este canal aún funciona hoy en día, aunque con propósitos más modernos.

Río Vinalopó a su paso por el centro de Elche
   Este río, el Vinalopó, apenas lleva agua; ni si quiera desemboca en el mar hoy en día, sino que se pierde en una acequia (se puede comprobar en Google Earth). Por si esto fuera poco, sus aguas son salobres, ya que pasan por terrenos muy salinos y arrastran este mineral. Por lo tanto no se pueden beber.

   Pero llegaron los musulmanes de tierras algo más áridas y llevaron a cabo el milagro agrícola, creando un inmenso oasis donde antes había poco más que esparto. Sirios, egipcios y bereberes pusieron en común sus conocimientos, y en algo más de un siglo, habían convertido a madinat Ils en una de las villas más prósperas de Xarq al-Andalus (el este de al-Ándalus). La ingeniería puesta en marcha no solo tenía como cometido llevar hasta la última gota de agua a todos los rincones, sino que además había que sacarle el máximo partido posible. Su arma infalible sería la Phoenix dactylifera, esto es, la palmera datilera.

Hort de Sant Plàcid, donde podemos ver una réplica moderna de la estructura y funcionamiento de estos huertos

   Sobre la llegada de esta especie parece que hay diversidad de criterios. Como sabéis, las palmeras en general son plantas pertenecientes a zonas subtropicales del planeta, por lo que en ningún caso son autóctonas (salvo un par de especies) del sur de Europa. La hipótesis más aceptada es que la palmera datilera fue traída por los fenicios en sus viajes comerciales durante el primer milenio antes de Cristo, pero que su cultivo, ordenamiento y máximo desarrollo fue llevado a cabo por los musulmanes. Crearon huertos rectangulares, unos a continuación de otros para aprovechar los canales de riego. Estos huertos estaban divididos en varios niveles de cultivo, partiendo desde el centro y llegando hasta la periferia, de modo que en el centro podíamos encontrar plantas herbáceas, como algodón o alfalfa, rodeadas por un segundo nivel de árboles frutales, como granados u olivos, y todo ello rodeado por las palmeras plantadas en los bordes de la acequia, de manera que con su sombra impedían, por un lado, la evaporación del agua, y por otro, creaban un microclima en el interior del huerto más fresco y húmedo. Desde luego, para este tipo de agricultura había que escoger plantas resistentes a cierto grado de salinidad en el agua.

   La palmera ha servido además, para casi todo: produce dátiles (fruto de alto valor energético), con sus troncos se realizaban las columnas para los porches típicos de las casas huertanas de Elche, banquetas para sentarse, y también producen una especie de fibra con la que se pueden realizar esteras o capazos. Eran parte de una forma de vida, de un sistema económico en lo que todo, absolutamente todo, era aprovechado (un mundo donde se reciclaba y donde apenas existía la basura). Y esta era su razón de ser; lo fue hasta que llegó la industrialización y el calzado, allá por finales del XIX, aunque este es otro tema.


Hort de Rogeta, sin su uso tradicional. Hay algunas palmeras que tienen formas peculiares


   Las familias de agricultores vivían extramuros, en los huertos que rodeaban la ciudad, y acudían a ella a realizar sus intercambios económicos, a arreglar sus asuntos con la administración, a celebrar sus fiestas o a rezar y a protegerse tras los muros en caso de ataque.

   A día de hoy, en Elche la palmera es una especie protegida; hay alrededor de 200 mil, lo cual es sorprendente si tenemos en cuenta los episodios de urbanismo salvaje ocurridos durante todo el siglo XX, especialmente cuando miles de familias emigraron para buscar trabajo en las fábricas. Hace un par de siglos probablemente hubo el doble de palmeras; el paisaje debió de ser realmente sobrecogedor, tal y como relatan los viajeros que aquí llegaron en los siglos XVIII y XIX.

Hort de Baix, hoy parte del Parque Municipal

   El palmeral es, desde luego, un patrimonio de la humanidad por varias razones. En primer lugar, porque representa la transferencia de un paisaje típico de un continente a otro (de África a Europa, único ejemplo que se conoce) y en segundo lugar porque ha sobrevivido no solo al paso del tiempo, sino al cambio de civilización (de la musulmana a la cristiana, y luego a la posmoderna). No estamos por lo tanto, hablando de un paisaje natural, sino cultural, pues ha sido ideado por las personas.

   Si visitáis la ciudad, la oficina de turismo a ideado una ruta a través de los diferentes huertos; pasaros por allí y os darán un mapa, merece realmente la pena, llega un momento en que una no sabe dónde ni en qué época está...

Oficina de turismo

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sábado, 14 de enero de 2017

El Mercado Central de Alicante

   El Mercado Central de Alicante es uno de los puntos más animados en las mañanas de la ciudad, sobretodo si nos acercamos a él un viernes o un sábado. En él podremos encontrar los productos frescos que nos regalan la tierra y el mar: las frutas y hortalizas de la Vega Baja, puestos de pan y repostería típica de la provincia, carne y pescado fresco, herboristería, encurtidos, salazones, productos para el hogar... Un asalto a nuestros sentidos.


   Y no está lejos de los enclaves más turísticos. Lo podréis encontrar al principio de la avenida Alfonso el Sabio.

   El edificio fue inaugurado en 1922. Con anterioridad el Mercado Viejo estuvo frente al puerto donde hoy se levanta la majestuosa Casa Carbonell.

   Su fachada principal es triangular, de ladrillo, y su alta escalinata es el lugar donde muchos alicantinos se dan cita a cualquier hora del día. Por otro lado, su fachada posterior se abre a una animada plaza, que se llamó de las Flores hasta 2010, por los puestos que venden este tipo de género. Aquí se celebran eventos populares varios a lo largo del año y veremos varias terrazas donde desayunar, tapear o tomar esa cañita de media mañana, que es la que mejor sienta del día.

Fachada principal
Fachada posterior
  Aunque por desgracia, aquí ocurrió uno de los episodios más tristes y sangrientos de la historia de la ciudad. Hablamos del bombardeo del 25 de mayo de 1938, en plena Guerra Civil Española.

   Pongámonos en situación muy brevemente. El conflicto bélico estalla oficialmente los días 17 y 18 de julio de 1936 con un golpe de estado contra el gobierno de la república, que es apoyado por una parte del ejército. El país, dividido en dos bandos, el republicano y el nacional, entra en guerra. Alicante permanecerá en el bando de la república hasta el final y, aunque enclavada en la retaguardia, será bombardeada varias veces.

    Los aviones atacantes llegaban normalmente por mar, ya que tenían su base en Mallorca (las islas Baleares pertenecían al bando nacional). El bando sublevado, además, recibía ayuda militar de la Alemania de Hitler y de la Italia de Mussolini. Y serán precisamente de este último país los Savoia S-79 que partieron de la isla a las ocho de la mañana para llegar a Alicante hacia las once y cuarto y descargar sobre la plaza sus bombas en dos pasadas, con un intervalo de cuatro minutos. Esa mañana el mercado estaba especialmente concurrido. Acababa de llegar un cargamento de sardinas y la gente había acudido en gran número a por provisiones. No sonaron las alarmas, quizá porque los aviones habían hecho una maniobra para entrar a Alicante desde el interior, y no por el mar, como venía siendo costumbre, de manera que esquivaron las escuchas antiaéreas. Así fue; los habitantes de la ciudad no tuvieron tiempo para acudir a los refugios. Los aviones descargaron unas 90 bombas, las más pesadas de 100 kg, sobre el mercado y alrededores.

   El balance fue de unos 300 muertos, cifra similar a la del bombardeo de Guernica (inmortalizado por el célebre cuadro de Picasso). El ataque no estaba destinado a destruir algún punto estratégico (puerto, infraestructuras ferroviarias, aeródromo de Rabasa...) sino que fue directamente lanzado contra la población civil, algo que en la época no era común. Según relatan testimonios supervivientes, se vivieron escenas espeluznantes con cuerpos desmembrados aquí y allá... pero no entraremos en detalles. Hoy un discreto monumento en el suelo de la plaza recuerda estos hechos. El recordatorio está compuesto por nueve placas en alusión a los nueve aviones, 300 luces rojas, que se iluminan cada día a la hora del bombardeo en homenaje a los muertos, y 90 puntos negros que representan las bombas caídas aquel día. 


    Si entramos al Mercado por la Rotonda (edificio circular que hay en su parte delantera) veremos en una vitrina el antiguo reloj, que inmortalizó la hora del fatídico suceso al quedar parado por la intensidad de los impactos de aquel día, y, a la derecha, la alarma que estaba colocada en lo alto de la fachada y que, ese día, empezó a sonar demasiado tarde. 


    Si alguien está interesado en el tema, me remito a la página de Alicante Vivo, asociación cultural que logró el cambio de nombre de esta plaza en 2010. 

    Y, a pesar de todo esto, se trata de un lugar alegre y colorido. Flanqueada por varios puestos de flores, la plaza es un animado punto de encuentro diario, especialmente, como decíamos al principio, en los fines de semana. Aquí empieza para muchos alicantinos el tardeo, con unas cañas y algo de picoteo, ya te lo sirvan en alguno de los bares de la zona o lo traigas del mismo mercado. A veces es difícil encontrar mesa para sentarse y no tendremos más remedio que tardear de pie. El jolgorio es en todo caso abundante.


   Y si después de una soleada mañana de invierno, unas cañas y unas tapas, sientes el irrefrenable impulso de no irte para casa, no tienes más que seguir a la estruendosa muchedumbre, que te indicará cuál es el siguiente lugar de la ruta del tardeo.
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miércoles, 11 de enero de 2017

Déjate llevar por el Tram de Alicante (el Trenet de la Marina)

   Una buena opción para visitar algunos de los pueblos de la Costa Blanca es el Tram, o, como se le conoce popularmente, "el Trenet".
   Eso sí, este transporte no es amigo de las prisas, sino que es ideal para aquellos a los que les gusta sumergirse en el paisaje.

   A lo largo del recorrido de su trayecto más largo, desde Alicante hasta Denia (unos 90 km), podemos ver resumidos la casi totalidad de los variados paisajes alicantinos: desde las áridas, rocosas y amarillentas badlands de la capital, hasta los acantilados sobre el mar de la comarca de las Marinas, pasando por calas, campos de cultivo (y de golf), bosques de pino, etc.



   Además, no tiene nada que ver con el servicio de metro que nos podamos imaginar en las grandes capitales. El Tram es una fiesta de personajes. Aparte de los lugareños, que utilizan el servicio para ir a sus centros de trabajo o de estudio, compartiremos vagón con individuos de las nacionalidades más variopintas, de manera que no es extraño escuchar a nuestro alrededor cuatro o cinco idiomas diferentes. ¿Necesitas practicar tu inglés? 

   El viajero suele tener predisposición a interactuar, sin que podamos ofreceros una explicación sociológica precisa. Hay quien pide indicaciones, quien se conoce por primera vez, quien habla del tiempo e incluso quien arregla este loco mundo... El recorrido da para mucho; pensemos que, por ejemplo, el trayecto Alicante-Benidorm (40 km por carretera) se hace en una hora y cuarto. Mucha gente lo lamenta, pero por favor, déjennos este último resquicio de lentitud en medio de los tiempos modernos.

   Y es que estamos hablando de una infraestructura histórica, que en su momento, en algunos tramos, supuso una de las grandes obras de ingeniería de las tierras valencianas. Sí, el Trenet de la Marina data de 1915. Ya cumplió los cien años. Es un tren de vía estrecha que fue un gran avance en su tiempo, ya que permitía conectar pueblos situados en una geografía bastante accidentada. Hoy, con la A-7 quizá no nos demos cuenta de esto, pero antiguamente los caminos terrestres eran cansados y complicados. Y, por supuesto, ayudó también en la llegada de los primeros turistas, haciendo accesible a los habitantes del interior las playas de Villajoyosa, Altea o Benidorm. Hubo un tiempo en que en esta línea vino funcionando el Limón Express, tren vintage al estilo de los de las pelis del oeste. Estaba pintado de amarillo, y en él los turistas se tomaban un aperitivo mientras pasaban ante la mirada atónita de los niños que andaban jugando por los pueblos.


   El servicio se empezó a modernizar a finales del siglo XX y se crearon varias líneas diferentes a la histórica (hoy la 1 y la 9), como la que cubre la playa de San Juan o la que va a San Vicente del Raspeig.

   Con el Tram se pueden visitar gran cantidad de recursos culturales y turísticos de la zona, como:


  • Yacimientos arqueológicos: ciudad romana de Lucentum (parada del mismo nombre), Illeta dels Banyets (con restos desde la Edad del Bronce, El Campello).
  • Calas y playas.
  • El centro histórico de Villajoyosa o sus fábricas de chocolate.
  • Poblaciones como Benidorm, Altea, Calpe, Benisa (que queda un poco lejos de la parada, pero pasamos por unos bonitos campos de cultivo) o Denia.
   Como curiosidad, os diré que en algunas estaciones, que conservan su estilo arquitectónico original, podemos encontrar bonitos pubs e incluso a veces se organizan jam sessions o conciertos.


   
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lunes, 2 de enero de 2017

Casita RIP. Benidorm, primera línea de playa

   Y, ahora que terminó el año, le dedicaremos un discreto homenaje a una de esas pequeñas pérdidas que pronto todos olvidaremos.

Dos maneras de construir y de entender el turismo
   Se trata de un chalé que no solo era un chalé, sino que era un último superviviente. De otra época, de otro mundo y desde luego de otra sociedad. 

   Habría merecido la pena conservarlo solo por el absurdo contraste que provocaba con su entorno. Era totalmente incomprensible, casi irreal.

   Estaba muy deteriorado y sobre él pesaba una orden de demolición del Tribunal Supremo. 

   Su propietario (inicial, suponemos) fue José Martínez Alejos, miembro de la Falange y presidente de la Diputación de Alicante entre 1939 y 1949. Probablemente él y su familia vendrían aquí a veranear.

   Luego pasó a manos del estado.

   Hoy el ayuntamiento pide la cesión de la parcela para hacer un museo sobre la almadraba, arte de pesca del atún del que los benidormenses eran especialistas universales.

   Ya veremos. En todo caso ya no hay casita.


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