La catedral de
Valencia guarda los innumerables tesoros ganados a lo largo de sus casi 800 años de existencia,
fruto del poder político de la Iglesia y del esplendor de las grandes épocas
históricas por las que ha pasado la ciudad, especialmente al final de la Edad
Media, en que vivió su Siglo de Oro. De hecho, se afirma que esta catedral es
una de las más ricas del mundo en reliquias. La explicación es bastante curiosa:
cuando los reyes aragoneses necesitaban dinero para financiar sus campañas militares a
través del Mediterráneo, el cabildo de Valencia se lo facilitaba. Esto es
exactamente lo que le ocurrió a Alfonso el Magnánimo, quien, al no poder
devolver los 136.000 sueldos que le habían servido para costear la guerra de
Nápoles, tuvo que entregar tanto las reliquias que había ido heredando de
los anteriores reyes de Aragón como las que él mismo había obtenido durante sus hazañas.
Portada de la Almoina, la más antigua de la catedral. |
A día de hoy la más
famosa de todas es el Cáliz de la Última Cena, el mismo que Jesucristo utilizó,
según la tradición aragonesa, para instituir el dogma de la eucaristía antes de
morir.
Pero ¿cómo llegó el
Cáliz a manos de los reyes de Aragón? Y sobre todo ¿tiene esta historia algún
fundamento? Vayamos por partes.
Según la tradición
aragonesa…
Cristo es
crucificado, como bien sabemos, y, tras su muerte, los apóstoles se reparten
sus pertenencias y se separan, yéndose cada uno por separado a predicar por el
mundo. Sería San Pedro, considerado por la Iglesia católica como el primer papa, quien llevaría el Cáliz hasta Roma, para pasar tras su muerte a manos de
sus sucesores… hasta Sixto II. Corrían los años en que el cristianismo era una
actividad de alto riesgo, ya que era duramente perseguida por el Imperio romano; así que este
papa, con la intención de proteger las reliquias que poseía, las entregó a su
diácono, San Lorenzo, natural de un pueblo cerca de Huesca. Unos días después
Sixto II moría martirizado (año 258) y su diácono decide enviar las reliquias a
su casa paterna. Poco después, él también será martirizado. En la iglesia de
San Lorenzo Extramuros de Roma existía una pintura en la que se mostraba el momento en
que el diácono expedía las reliquias a través de un legionario español, pero
fue destruida en el bombardeo de los aliados en 1943, en el marco de la segunda guerra mundial.
Portada de la Almoina: detalle |
Una vez en la
península, el Cáliz iniciará su peregrinaje particular a través de diferentes escondites, hasta
que en los tiempos de la invasión musulmana del 711 se vuelve a temer por su integridad. Será
el obispo de Huesca, esta vez, quien se lleve consigo las reliquias para
refugiarse en una cueva sobre la que posteriormente se construiría el
monasterio de San Juan de la Peña. A estas alturas, parece ser que el preciado
objeto ya tenía un intenso poder simbólico para las gentes de la época. Y sería
Carlomagno, que “casualmente” pasaba por aquí con sus tropas, quien difundiría
la leyenda del Santo Grial por el resto de Europa. Estudios recientes apuntan a
la influencia que este cáliz ha ejercido en la literatura épica medieval, concretamente en
el Perceval de Chrétien de Troyes o
el Parzival de Wolfram von Eschenbach. Los investigadores señalan las
coincidencias que hay entre muchos pasajes de la novela y la realidad en lo
referente a las descripciones de los lugares por los que pasa Perceval para
llegar hasta el Grial, ya que estos se corresponden bastante bien con el
entorno natural y la propia arquitectura del monasterio de San Juan de la Peña.
Por otro lado, los
reyes de Aragón siempre tuvieron una relación muy estrecha con este monasterio,
hasta que un día, en 1399 Martín el Humano se llevará consigo el Santo Cáliz a su
palacio de la Aljafería en Zaragoza, desde donde pasaría al palacio real de
Barcelona para terminar en el de Valencia. Desde aquí, como dijimos antes,
pasará a la catedral de Valencia mediante don de Alfonso el Magnánimo.
Y desde el siglo XV
el Cáliz ha estado bien guardado en alguna parte de la catedral (probablemente
en la sala de reliquias), hasta que se decidió, en 1916, acondicionar la sala
capitular para convertirla en Capilla del Santo Cáliz.
Entrada a la capilla del Santo Cáliz. |
Por supuesto, también se le han
realizado las pertinentes pruebas arqueológicas, que han servido para datarlo
en el siglo I a. C.
Sin duda una
impresionante historia bimilenaria, que, por sí sola, ya le otorga a la
reliquia un gran carisma.
Y sin embargo, nada
de esto importa desde un punto de vista cristiano. La eucaristía es en sí misma
un dogma, y en consecuencia, una cuestión de fe. Por eso, no tiene importancia
cuál sea el cáliz utilizado, ya que, sea el que sea, siempre contiene la sangre
de Cristo.
Para nosotros, lo innegable es el
gran valor histórico y artístico del monumento que lo alberga: la catedral de
Valencia.
Bóveda de crucería de la capilla. |