miércoles, 23 de octubre de 2013

La catedral de Valencia, el Cáliz de la Última Cena y el Santo Grial




   La catedral de Valencia guarda los innumerables tesoros ganados a lo largo de sus casi 800 años de existencia, fruto del poder político de la Iglesia y del esplendor de las grandes épocas históricas por las que ha pasado la ciudad, especialmente al final de la Edad Media, en que vivió su Siglo de Oro. De hecho, se afirma que esta catedral es una de las más ricas del mundo en reliquias. La explicación es bastante curiosa: cuando los reyes aragoneses necesitaban dinero para financiar sus campañas militares a través del Mediterráneo, el cabildo de Valencia se lo facilitaba. Esto es exactamente lo que le ocurrió a Alfonso el Magnánimo, quien, al no poder devolver los 136.000 sueldos que le habían servido para costear la guerra de Nápoles, tuvo que entregar tanto las reliquias que había ido heredando de los anteriores reyes de Aragón como las que él mismo había obtenido durante sus hazañas.

Portada de la Almoina, la más antigua de la catedral.

   A día de hoy la más famosa de todas es el Cáliz de la Última Cena, el mismo que Jesucristo utilizó, según la tradición aragonesa, para instituir el dogma de la eucaristía antes de morir.

   Pero ¿cómo llegó el Cáliz a manos de los reyes de Aragón? Y sobre todo ¿tiene esta historia algún fundamento? Vayamos por partes.

   Según la tradición aragonesa…

   Cristo es crucificado, como bien sabemos, y, tras su muerte, los apóstoles se reparten sus pertenencias y se separan, yéndose cada uno por separado a predicar por el mundo. Sería San Pedro, considerado por la Iglesia católica como el primer papa, quien llevaría el Cáliz hasta Roma, para pasar tras su muerte a manos de sus sucesores… hasta Sixto II. Corrían los años en que el cristianismo era una actividad de alto riesgo, ya que era duramente perseguida por el Imperio romano; así que este papa, con la intención de proteger las reliquias que poseía, las entregó a su diácono, San Lorenzo, natural de un pueblo cerca de Huesca. Unos días después Sixto II moría martirizado (año 258) y su diácono decide enviar las reliquias a su casa paterna. Poco después, él también será martirizado. En la iglesia de San Lorenzo Extramuros de Roma existía una pintura en la que se mostraba el momento en que el diácono expedía las reliquias a través de un legionario español, pero fue destruida en el bombardeo de los aliados en 1943, en el marco de la segunda guerra mundial.

Portada de la Almoina: detalle

  Una vez en la península, el Cáliz iniciará su peregrinaje particular a través de diferentes escondites, hasta que en los tiempos de la invasión musulmana del 711 se vuelve a temer por su integridad. Será el obispo de Huesca, esta vez, quien se lleve consigo las reliquias para refugiarse en una cueva sobre la que posteriormente se construiría el monasterio de San Juan de la Peña. A estas alturas, parece ser que el preciado objeto ya tenía un intenso poder simbólico para las gentes de la época. Y sería Carlomagno, que “casualmente” pasaba por aquí con sus tropas, quien difundiría la leyenda del Santo Grial por el resto de Europa. Estudios recientes apuntan a la influencia que este cáliz ha ejercido en la literatura épica medieval, concretamente en el Perceval de Chrétien de Troyes o el Parzival de Wolfram von Eschenbach. Los investigadores señalan las coincidencias que hay entre muchos pasajes de la novela y la realidad en lo referente a las descripciones de los lugares por los que pasa Perceval para llegar hasta el Grial, ya que estos se corresponden bastante bien con el entorno natural y la propia arquitectura del monasterio de San Juan de la Peña. 

    Por otro lado, los reyes de Aragón siempre tuvieron una relación muy estrecha con este monasterio, hasta que un día, en 1399 Martín el Humano se llevará consigo el Santo Cáliz a su palacio de la Aljafería en Zaragoza, desde donde pasaría al palacio real de Barcelona para terminar en el de Valencia. Desde aquí, como dijimos antes, pasará a la catedral de Valencia mediante don de Alfonso el Magnánimo.

   Y desde el siglo XV el Cáliz ha estado bien guardado en alguna parte de la catedral (probablemente en la sala de reliquias), hasta que se decidió, en 1916, acondicionar la sala capitular para convertirla en Capilla del Santo Cáliz. 

Entrada a la capilla del Santo Cáliz.

  Por supuesto, también se le han realizado las pertinentes pruebas arqueológicas, que han servido para datarlo en el siglo I a. C.

   Sin duda una impresionante historia bimilenaria, que, por sí sola, ya le otorga a la reliquia un gran carisma.

   Y sin embargo, nada de esto importa desde un punto de vista cristiano. La eucaristía es en sí misma un dogma, y en consecuencia, una cuestión de fe. Por eso, no tiene importancia cuál sea el cáliz utilizado, ya que, sea el que sea, siempre contiene la sangre de Cristo.

   Para nosotros, lo innegable es el gran valor histórico y artístico del monumento que lo alberga: la catedral de Valencia.

Bóveda de crucería de la capilla.


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