Y, ahora que terminó el año, le dedicaremos un discreto homenaje a una de esas pequeñas pérdidas que pronto todos olvidaremos.
Dos maneras de construir y de entender el turismo |
Se trata de un chalé que no solo era un chalé, sino que era un último superviviente. De otra época, de otro mundo y desde luego de otra sociedad.
Habría merecido la pena conservarlo solo por el absurdo contraste que provocaba con su entorno. Era totalmente incomprensible, casi irreal.
Estaba muy deteriorado y sobre él pesaba una orden de demolición del Tribunal Supremo.
Su propietario (inicial, suponemos) fue José Martínez Alejos, miembro de la Falange y presidente de la Diputación de Alicante entre 1939 y 1949. Probablemente él y su familia vendrían aquí a veranear.
Luego pasó a manos del estado.
Hoy el ayuntamiento pide la cesión de la parcela para hacer un museo sobre la almadraba, arte de pesca del atún del que los benidormenses eran especialistas universales.
Ya veremos. En todo caso ya no hay casita.
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